Estaba agotada, lo extrañaba mucho, no me podía creer que se había mudado a otra parte del país y no soportaba pasar mucho tiempo sin charlar con él en el mesenger, necesitaba escuchar o mejor dicho leer sus palabras.
Cada día dolía más, empeoraba en los momentos que estaba sola, o sea, siempre.
Volvía del colegio, las dos cuadras entre la parada del colectivo y mi casa se me hicieron eternas.
Poder reflexionar todo en ese momento me destruyo…
Comencé a caminar cada vez más rápido hasta que me di cuenta de que estaba corriendo, y al rato ya estaba sacando mis llaves para abrir la puerta.
Cuando la pude abrir desconecte la alarma, cerré la puerta y tire mi mochila al suelo.
Estando todo oscuro me di vuelta para encontrarme con la primera pared que tenía más cerca.
Me quede parada y agarre mi cabeza con mis brazos, intentando que no salieran mis lágrimas.
No lo soporte mas y comencé a golpear la pared agradeciendo de estar completamente sola en mi casa.
Me comenzó a doler la mano, la sentí húmeda a causa de la sangre que comenzaba a brotar de mis nudillos y mis lagrimas ya se cain contra mi voluntad.
Sentí un movimiento a mi espalda a lo que asumí que era mi gato por lo que lo ignore y comenzó a golpear la pared con mi mano izquierda.
De repente algo me abrazo por la espalda anulando cualquier posible movimiento de mis brazos.
Aquella persona acerco su rostro a mi cuello y cuando respiro me sentí paralizada.
¿Quién me estaba sujetando? ¿Cómo entro a la casa?
-No te asustes,- dijo y reconocí esa voz, la reconocería en cualquier lugar pero dudaba de mi mente; ¿Y si era una mala jugada?- recordá que sos mía…
Ahora no me quedaba ninguna duda, era él.
Comenzó a besarme el cuello mientras giraba mi cuerpo para que yo quedara enfrente de él; para que pudiera besar mi cuello, mi mandíbula, mi mejilla para terminar en mis labios.
Su beso era intenso y apasionado, como si llevara tiempo deseando hacer eso.
Sorprendentemente supe que hacer, como dejar que nuestros cuerpos se fundan para ser uno.
Sus manos bajaron de mi cuello, pasando por mis hombros y mi espalda, para terminar con una de sus manos en mi espalda baja y la otra un poco más arriba.
El calor de su cuerpo traspasaba la tela de mi buzo como si no lo tuviera.
-¿Estas más tranquila ahora?- pregunto con sus labios sobre mi cuello, que al exhalar sobre mi piel hacia que corriera un escalofrió por todo mi cuerpo.
Beso mis labios suavemente y se alejo para poder ver mis ojos, yo lo agarre de su remera para que no se alejara de mí.
Mi mente no funcionaba bien, y lo único que atine a hacer fue abrazarlo; apoyando mi cabeza en su pecho para poder oír su corazón latir.
Él me respondió el abrazo y lo sostuvo por un tiempo para después volverse a separar de mi.
Puse una cara de frustración a causa de que quería recuperar todo el tiempo que habíamos perdido.
-No te preocupes, vos sos mía y no te voy a dejar ir, por eso volví.
Su mirada era profunda, sincera y enamorada.
No podía creer lo que estaba diciendo, lo único que pude hacer fue besarlo de la forma más apasionada que pude; provocando nuestra caída.
No paró a causa de eso, todo lo contrario, comenzó a desabrochar mi pantalón…
¿Cómo iba a negarme ante la persona que más amaba en el mundo?